Entre las causas más frecuentes se han barajado circunstancias como la violencia familiar, el maltrato en la infancia, el abandono, el acoso escolar o los abusos sexuales en etapas tempranas de la vida. Todo ello favorece una cierta psicovulnerabilidad del niño, de tal manera que ciertos factores de estrés pueden generar un gran impacto en preadolescentes o adolescentes en los que la capacidad de afrontamiento del estrés es limitada.
De hecho, es en la adolescencia cuando se aprecia un incremento de la conducta suicida, mediatizada por muchos factores diferentes como puede ser el acoso escolar, algo profundamente destructor para la salud mental de jóvenes, a priori sanos, y con consecuencias emocionales muy importantes. En recientes trabajos se ha podido constatar que las víctimas de acoso tienen un riesgo cuatro veces superior de experimentar ideas de suicidio que los que no lo sufren. Este incremento en la ideación suicida se da entre las víctimas del acoso, pero también, y esto resulta curioso, entre sus perpetradores y entre los jóvenes que son mixtos, perpetradores y víctimas del acoso escolar al mismo tiempo.
No debe confundirse ideación suicida con conductas suicidas. La ideación suicida es factor de riesgo para los intentos de suicidio pero no son lo mismo y la incidencia de ideas de suicidio es siempre muy superior al de los intentos de suicidio, así como estos son siempre mucho más frecuentes que los suicidios consumados. En recientes estudios americanos se ha puesto de manifiesto que sufrir una enfermedad mental o presentar una historia de abuso de sustancias multiplica por cuatro el riesgo de suicidio con resultado mortal, que los intentos de suicidio no consumado previos también multiplican por cuatro el riesgo y que los antecedentes de suicidio en la familia lo multiplican por tres.
De estos mismos estudios se concluye que, aunque hay factores de riesgo para morir por suicidio en población pediátrica, la mayor parte de los suicidios en EEUU suceden en jóvenes sin enfermedad mental o abuso de drogas, lo que hace que la conducta suicida en la población general infantil sea algo difícilmente predecible y detectable en el momento actual.
En un reciente estudio canadiense, publicado en enero de este año por el Dr. Marc Synior, analizaron todos los casos de suicidio infantil, o mejor dicho en edad pediátrica, en la ciudad de Toronto entre los años 1998 y 2011. Se trata de un estudio muy importante para nosotros, porque Toronto tiene un sistema público de salud universal y gratuita asimilable a los sistemas europeos. Su red de salud mental infantil es, además, sobresaliente. De este estudio concluimos que debe descartarse la idea del suicidio pediátrico como un problema derivado de una sola causa. Al contrario, en los jóvenes que acaban con su vida confluyen muchas causas que interactúan entre ellas: factores biológicos, psicológicos y sociales, de los que el acoso escolar es solo uno más.
Toronto es una ciudad con alrededor de 2.615.000 habitantes. Es esperable que se den miles de casos anuales de acoso académico. La historia previa de acoso escolar sólo estuvo presente en seis muertes (6,4%). Entre sus resultados más claros encuentran que el denominado cyberbullying no variaba el riesgo de suicidio y que conflictos con los padres, conflictos sentimentales con las parejas, problemas académicos y problemas legales o penales fueron factores de riesgo o "estresantes" importantes. Por tanto, el acoso escolar fue detectado como un factor más de suicidio entre jóvenes, por lo que, si bien es un factor de riesgo conocido, debe descartarse un modelo simplista que asocie acoso escolar como causa única de suicidio.
Los datos también contradicen este modelo monofactorial. La mayor parte de los jóvenes víctimas de acoso escolar no fallecen por suicidio de acuerdo con estos datos canadienses. En el 78,7% de los fallecidos se detectó alguno de los factores de riesgo descritos, o una enfermedad mental o una enfermedad común. La depresión estuvo presente en un 40,4% de los casos. No obstante, como es lógico y natural, el acoso académico debe ser siempre detectado y prevenido y, como cualquier otro factor de riesgo de suicidio, debe tenerse en cuenta en la población víctima de acoso escolar. Es recomendable explorar ideas de suicidio entre víctimas del acoso escolar así como en los perpetradores del mismo.
Otra cuestión muy importante a la hora de contemplar este problema es que estudios recientes, a través de encuestas de riesgo suicida en jóvenes en EEUU en una población total de 75.344 jóvenes entre los años 2009 y 2011, también muestran que el grupo victimizado con más riesgo de presentar ideación suicida es el de las minorías sexuales y por ello, aunque sepamos que cualquier joven victimizado por acoso escolar debe ser estudiado por riesgo de suicidio, la pertenencia a una minoría sexual debe aumentar el celo de esta vigilancia.
Cómo afrontar el problema
Es un problema muy complejo que nos atañe a todos y que solo se puede abordar desde fundamentos educativos que tengan su base en el respeto al otro. Educar y educar. Y en eso estamos todos implicados: familias, sistema educativo, sistema sanitario, políticos y sociedad en general. Naturalmente, desde instancias educativas y sanitarias, y con la máxima sensibilidad hacia estos casos, se debe estar abierto a iniciativas que contribuyan a neutralizar estas tragedias. Existe la necesidad de profundizar más en el conocimiento de factores médicos, psicológicos y sociales que estén influyendo en este comportamiento.
En este sentido, y desde la perspectiva sanitaria, el Ministerio de Sanidad, a través de la llamada Estrategia de Salud Mental, ha elaborado un documento consensuado entre profesionales de diversos sectores y asociaciones de familiares y enfermos denominadoDetección Temprana, Tratamiento y Prevención de la Reincidencia de las Tentativas de Suicidio. En el mismo se hacen una serie de propuestas que básicamente consisten en mejorar la detección y valoración de estos casos y el manejo de las diferentes circunstancias que concurren en cada uno (con especial referencia a aquellos pacientes con mayor riesgo o a pacientes "sobrevivientes" de un intento de suicidio), así como estimular la formación de los profesionales de atención primaria, médicos y enfermeras para elaborar, utilizando la experiencia que existe en varias comunidades españolas, proyectos multinivel encuadrados en el ámbito escolar o laboral; un Plan Nacional de Prevención del Suicidio.
Finalmente, señalar que el abordaje del suicidio en los medios puede ser una verdadera herramienta preventiva. Es necesario promover la puesta en marcha de las directrices del Proyecto SUPRE de la OMS y otras similares que favorezcan un adecuado abordaje del suicidio en los medios de comunicación. Informar es necesario y positivo, aportando información precisa, responsable y ética, de manera que también sirva para educar a la población y ofrecer información sobre los recursos de ayuda disponibles.
* Miguel Gutiérrez Fraile es Presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría y Catedrático de Psiquiatría de la Universidad del País Vasco