martes, 16 de junio de 2015

Naty, Fifi, o cualquier@ de nuestr@s hij@s


Naty, Fifi, o cualquier@ de nuestr@s hij@s

En Chile, en los últimos años, dos videos sexualmente explícitos han concitado atención viral: el de “Naty” (2007), y ayer el de “Fifi”.
No entraré en mayores descripciones de los videos (no los vi, ni los vería, pero las búsquedas en google todavía arrojan varias posibles entradas para el de Naty). Baste decir que comprometen la intimidad e integridad de muchachas menores de edad que difícilmente –creo todos los adultos estaremos de acuerdo en ello- pudieron avizorar el golpe a sus presentes y/o futuros, propinado por apenas minutos de una grabación.
Podría escribir más sobre el cerebro adolescente, sus impulsos, un “drive” de especie (a esa edad, y cuántas revoluciones debe este mundo a los más jóvenes y sus menores temores) que mueve a hacer cosas y tomar riesgos más de una vez, lamentablemente, de forma autodestructiva. Pero prefiero poner el acento en los siguientes puntos: la responsabilidad mayor, que sigue siendo nuestra, de los adultos, en el cuidado y la educación de la nueva generación (ed. digital y en sexualidad) y la empatía, desde nuestra humanidad, para con l@s más pequeñ@s y más jóvenes.
Podemos estar de acuerdo en que el video de Fifi, sí, fue un vacío en el cuidado, pero más allá de esa precisión, lo que menos sirve es sojuzgar, y menos aún, ser nosotros cómplices de daños.
ser cómplices es, fundamentalmente, acceder al video, hacer click (así no sea visto completo) y/o no reaccionar de inmediato -dando por asumido que alguien más lo hará-, denunciando su existencia y negándonos a su difusión. Sabemos que esa responsabilidad fue desoída. De otro modo, “Fifi” no habría llegado a ser trending topic en twitter.
El SENAME sí actuó tan pronto como pudo, realizó la denuncia para bajar el video y recordarnos, como sociedad, que aquí estamos hablando de delitos y responsabilidades.
Lamentablemente, el video todavía podrá ser compartido de diversas maneras que bordean y eluden la restricción, pero la respuesta de Sename y la PDI es la que necesitábamos: irrenunciable en una democracia y una comunidad ADULTA que protege, o se piensa a sí misma, protectora de sus niñxs y adolescentes. Dispuesta a hacerlo mejor, a pensar sus acciones, a concurrir unos por otros.
Soy una fan de internet y su maravilla, como muchos. Cada día podemos abrir la puerta para aprender lo que queramos, encontrar imágenes de la mayor variedad (“familia de lechuzas con cara de risa a la hora del crepúsculo, durante enero”,o lo que se nos ocurra), material educativo clave para la escuela o el trabajo, videos increíbles (“time lapses”de flores creciendo, mariposas migrando, mareas de la tierra).
Pero entre tanta maravilla, y por difícil que sea de recordar, existe la sombra muy real y macabra, de todo lo que por otro lado acecha en internet, y no, no me refiero -aunque ni por un momento los olvido- a cyber-criminales, redes de pornografía y abusadores/explotadores de niños, niñas, y los más indefensos de la tierra. Me refiero a la posibilidad -mucho más cercana a una mayoría de nuestros niños y niñas- de no poder dejar atrás errores, muchos de ellos cometidos en edades o momentos especialmente vulnerables.
Los errores de una nueva generación, aún en proceso formativo, quedan registrados en internet, donde nada, NADA se borra (tampoco de un computador, así dicen los expertos). Esta realidad, incluso al mundo adulto le cuesta asimilarla y aun con criterio formado, son incontables los videos y fotografías comprometedoras de mujeres y hombres de 30, 40 y más años, que llegan a ser de conocimiento público.
Para nuestras generaciones, en todo caso, fue menos duro que para los nativos digitales. Mucho menos. Si “metíamos la pata”, cuando mucho nos lo recordarían, algunos años después, un par de personas cercanas. Pero no había registro mundial, accesible a millones de seres humanos, que nos pudiera enrostrar las penas, descriterios o humillaciones de nuestros 11, 15, o veintitantos años. Sólo temer esa posibilidad es una carga pesada.
Cada día en el mundo, millones de adolescentes suben fotos o videos de sí mism@s a la web, o bien las comparten vía smartphones. Estas imágenes, cualquiera sea su carácter -inofensivo o riesgoso- quedan. QUEDAN.
Todavía no es posible “borrar”, borrarnos. Aunque los jóvenes quieran confiar en su ingenio y habilidades, o se inventen aplicaciones que garantizan los segundos mínimos necesarios para enviar una imagen y que luego desaparezca (ya se comprobó que no es así), o se tramiten legislaciones que habiliten el “derecho a ser olvidados”(*), como por ejemplo en el proyecto de la Unión Europea (mientras, en tanto, existe todavía el Internet Wayback Machine y, a modo de ejemplo, la Biblioteca del congreso de EEUU recibiría copias regularmente de todo el universo tuitero. Cada tweet. Sin excepción).
No es fácil, y es un afán en verdad diario, sin espacio para complacencias, el formar a los nativos digitales en el autocuidado que además de corporal, emocional, en sus entornos cotidianos, es también online. Siempre.
Los niños pequeños demoran en desarrollar un sentido del tiempo (“ayer” puede referirse a veces a meses atrás), y aunque a los 7 años cuentan con más recursos para ubicarse en esa dimensión, difícilmente entenderán lo que es vivir 40 o 100 años, y menos las “repercusiones” hacia el futuro. Niños y niñas más grandes pueden comprenderlas mejor, y hacer su mejor esfuerzo, pero están aprendiendo todavía. Los grandes, los que cuidan, seguimos siendo nosotros.
En la primera línea formativa: nuestros actos. Nuestros hijos nos miran todo el tiempo: la interacción con nuestros propios gadgets, nuestros tiempos online, o qué clase de sitios visitamos (y cuáles compartimos con nuestros hijos conforme cumplean años: y eso es vital, porque esas visitas van marcando una pauta), TODO deja huella y les enseña acerca de formas de acercarse a esta esfera de experiencia.
La tecnología es impresionante, la robótica, el desarrollo de las ciencias. Quedamos boquiabiertos (y re-encariñados con nuestra especie humana) ante tanta creatividad. Cuán distinto puede ser para nuestros hijos vernos así, maravillados, interesados, curiosos, lúdicos, ante las posibilidades de este tiempo, versus que nos vean tuiteando con rabia, viendo o leyendo noticias amarillistas, falaces, mal comunicadas, negligentes, en fin.
O preguntarnos qué van integrando nuestros niños, si como padres mostramos más motivación por inmiscuirnos y sojuzgar los movimientos de la farándula, o por denostar a los políticos sin detenernos a conversar con nuestros hijos sobre el valor de la democracia, los países que sueñan su futuro, y la decencia del servicio público.
¿Qué selfies tomamos, a quiénes las enviamos, qué fotografías son subidas -con o sin permiso de nuestros hijos- a muros de facebook, etc? ¿Qué videos vemos, cuánto nos ocupamos de conocer los clips de temas populares, antes de que los vean nuestros hijos, o bien, nos tomamos el tiempo de verlos con ellos para explicar al menos ciertas distinciones entre fantasía y realidad? (sin ánimo de ser “cartucha” y aunque me gustan muchas canciones de Lady Gaga o Rihanna, algunos videos no son para niñxs, y otrora fue Britney Spears, aunque sin voz, pero me pregunto por qué talentos como Ariana Grande, con un vozarrón interplanetario, debe ser promovida a costa de sexualizar su imagen)
Hay una diversidad de preguntas interesantes, útiles, que vale plantearnos comom adult@s antes de evaluar las conductas de la nueva generación.
Primero, nuestro autoexamen. Y mucha información. Aunque no logremos ir totalmente al día, es bueno saber que podemos aprender, y existe una serie de manuales y guías a las que podemos recurrir, junto a nuestro criterio. No sé cómo expresarlo mejor, pero soy, admito, de las mamás que no creen en la necesidad de smartphones (sí celulares sencillos, cuando mucho, por la ubicuidad) para niños ni adolescentes, y en el control cercano y la prerrogativa de establecer varios límites (en el acceso a información del equipo), si es uno, como papá o mamá, no sólo responsable del cuidado de su hijo, sino además, ante la compañía telefónica (muchos adolescentes entienden que deben ser cautos sencillamente porque otro “paga la cuenta” y ése es el acuerdo. Cuando ellos puedan adquirir equipo y financiar sus minutos, serán sus límites. Mientras tanto, se respeta la cota puesta por los progenitores. Un poco como el antiguo “ud puede tomar o fumar cuando trabaje”) .
Sin embargo, más allá de nuestras preferencias en la relación de nuestros hijos con la tecnología y la web, y de nuestras reglas familiares, el hincapié está en nuestra empatía con los desafíos de su generación y su tiempo, en nuestra responsabilidad de cuidarlos, y en el empeño por intentar transmitirles que hoy por hoy, “las consecuencias de nuestros actos” tienen una dimensión mucho más vasta de lo que jamás imaginamos.
No existe una tecla de “borrar” o “delete”. Y nuestros hijos e hijas, con ejemplos concretos (hay muchas historias y es imprescindible conversar de ellas en sobremesas, camino al colegio, etc), necesitan todo el apoyo posible para comprender esta realidad:
Su información, la que dejan “viajar” vía computador, tablets o teléfonos celulares, siempre podrá ser recobrada y tener un impacto ni siquiera diez o veinte años después (si emerge en momentos de búsqueda de trabajo, o en sus relaciones de pareja adultas). El impacto puede sufrirse en el lapso de días, o apenas unas horas.
Hemos conocido historias con finales desgarradores, de adolescentes e incluso niños pequeños (de 7 años) que se han quitado la vida por situaciones de cyberbulling. Y personalmente, he cruzado camino con niñas -11, 13 años- quienes descubriendo la experiencia de la sexualidad con un primer amor, han terminado con ideaciones suicidas y abandonando el colegio, porque tomaron una selfie “sexy” para su enamorado (y no un semi-conocido, sino compañero de años, y pololo uno o dos más) y esa fotografía, por error o con mala intención, terminó siendo socializada con decenas o cientos de adolescentes más.
En otros duelos, he acompañado a muchachas aterrorizadas ante la idea de que un expediente judicial por abuso sexual infantil (siendo ellas las víctimas), hecho público por la prensa y difundido vía internet, pudiese a futuro ser conocido y convertirse en estigma ante sus posibles empleadores, colegas, o parejas. Todo porque la información quedó ahí, latiendo en la web; dos ojos de cocodrilo imperceptibles desde la orilla, con un enorme potencial de devorar.
No hay otra pregunta, creo, que pueda arrojar tanta luz como ¿y si fuera mi hija, mi hijo? o aun sin hijos, ¿y si hubiese sido yo en esa situación, a mis catorce años, o inclusive hoy, como adult@?
Más allá de gadgets, redes sociales, peligros “virales”, y la sensatez del autocuidado online, el punto central vuelve y orbita miles de veces en torno al cuidado y lo que compartimos con nuestros hijos e hijas sobre el aprecio por sus vidas, sus cuerpos, los límites de su intimidad (y la belleza de una sexualidad vivida en sus términos, no según digan los pares o inciten los medios), la mutualidad del respeto y el cuidado (especialmente como generación y entre géneros), todos los posibles pequeños detalles y herramientas que hacen la diferencia y los fortalecen, no desde el miedo, sino desde el entusiasmo inmenso por vivir la mejor vida posible (y cuántos años y experiencias quedan por delante a los 12, 16 años de edad), de evitarse sufrimientos que sí son evitables, y asumir la responsabilidad por su integridad y su felicidad no como una condena o un “cacho”, sino como una inconmensurable fuente de energía y albedrío. Libertad, podríamos decir, y qué palabra sagrada es (tenemos algunos casi 50 años y todavía intentando poner luz, encarnarla).
No termina el tema en unas líneas, pero por lo pronto recomendar este TED talk de Sally Kohn (opción subtítulos en español) y esta página valiosísima, de la docente Marcela Momberg, pionera y especialista en redes sociales y educación digital en Chile http://www.marcelamomberg.com.
IMPRESCINDIBLES, PARA TODAS LAS FAMILIAS Y EDUCADORES:
– Manual compartido por la Unión Internacional de Telecomunicaciones y Unicef en 2009: PROTECCION DE LA INFANCIA EN LINEA: DIRECTRICES PARA LOS NIÑOS

lunes, 15 de junio de 2015

Criba de pederastas en internet.


¿Pedófilo o pederasta? Ésta es una de las preguntas clave que manejan las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado a la hora de afrontar las investigaciones on-line sobre abusos a menores. Ambas conductas están castigadas por el artículo 189 del Código Penal y arrojan saldos de cientos de detenidos cada año. Y es este volumen de trabajo el que, precisamente, obliga a fijar unos objetivos: aquellos individuos que tienen probabilidades de actuar. Tradicionalmente, se considera pedófilo a aquel que siente atracción sexual por los menores, pero no necesariamente materializa sus deseos. Por contra, el pederasta consuma un abuso sexual. Y, cuando hablamos del ciberespacio, estamos ante un depredador capaz de engañar, embaucar y extorsionar con tal de «cazar» a su presa. Adelantarse a este perfil de delincuente se antoja un objetivo fundamental. Y tanto la Policía Nacional como la Guardia Civil dan pasos adelante. ¿El último? La aplicación de un software, actualmente en desarrollo, en el que está trabajando la Universidad de Liverpool. ¿La finalidad? Dar con el pederasta que está a punto de perpetrar su crimen.
Policías europeas
Así lo afirmó Óscar de la Cruz, comandante jefe del Grupo de Delitos Telemáticos de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil, durante el III Congreso Nacional de Privacidad de la Asociación Profesional Española de la Privacidad (APEP). El trabajo se enmarca dentro del proyecto FIIP (Fighting International Internet Paedophilia), avalado por la Comisión Europea. La Universidad de Liverpool está contando con la colaboración de la Policía del condado de Kent, auténtica artífice de este software. Pero ¿en qué consistirá? Tanto la Guardia Civil como otros cuerpos nacionales –Mossos d’Esquadra– y europeas –la Policía de Rotterdam y la Policía de Estonia– han facilitado una serie de perfiles de pederastas y pedófilos que actúan en internet. A raíz de estos datos, los expertos del Instituto de Psicología de la Salud y Sociedad de la universidad británica desarrollan una herramienta informática de análisis de riesgos («risk assestment») a nivel europeo para ayudar en la identificación de los pederastas a partir de sus conductas on-line y, así, poder priorizar las investigaciones hacia aquellos que tienen probabilidad de ser más peligrosos. Así, el software, llamado KIRAT (Kent Internet Risk Assessment Tool), dará a las autoridades un porcentaje de peligrosidad. ¿Y quiénes serían los objetivos? Los que en Reino Unido conocen como «Dual Sex Offenders»: aquellos que no sólo consumen pornografía infantil, sino que también cometen abusos, suben imágenes y las distribuyen en la red. De hecho, los perfiles facilitados por la Guardia Civil son atestados de personas que han cometido ambos delitos y que cuentan con una condena firme. Eso sí, las autoridades no se olvidarán tampoco de aquellos que, a priori, no resulten tan peligrosos. La Universidad de Barcelona también está participando en el proyecto.
El problema, señalan desde el Instituto Armado, es la dificultad a la hora de establecer perfiles. Basta con comprobar los datos de los detenidos en cualquier macrooperación contra la pederastia para constatar la falta de homogeneidad de este tipo de delincuente: edad, condición social y profesional... «Ahí está el caso del pederasta de Ciudad Lineal. Era reincidente, pero no había causado ninguna alarma social en su entorno. En esta etapa de su vida, su círculo personal, social y familiar no sospechaba nada y su comportamiento social era aceptable», explica a LA RAZÓN Ricardo Magaz, presidente de la Sociedad Científica Española de Criminología.
Mimetizados con el ambiente
«Se trata de gente que intenta mimetizarse con ambientes que les sean propicios: equipos deportivos, campamentos, etc. Tenemos en mente gente más bien marginal, pero en la pedofilia y en la pederastia hay todo tipo de clases sociales», añade Magaz.
Además, estos ciberdelincuentes se las ingenian cada vez más para sortear las barreras de las autoridades. Las tradicionales redes P2P de intercambio de archivos han dado paso al mercado negro de internet, lo que se conoce como la internet profunda y, más concretamente, la red TOR (The Onion Router). Este software permite el intercambio de material sin revelar en ningún caso la dirección IP de sus miembros, lo que imposibilita seguir su rastro en el caso de que intercambien material ilegal. Un estudio de la Universidad de Portsmouth, en Reino Unido, estimó que el 80% del material que se mueve dentro de esta red oscura es pornográfico.

Estas vacaciones, cuida que tus hijos no sean víctimas de acoso sexual en Internet. Señales

Una de las estrategias de los abusadores sexuales en línea es lograr distanciamiento entre los cuidadores y sus hijos menores de 18 años, para que no se enteren de lo que está sucediendo, haciendo sentir a los niños, niñas y adolescentes como cómplices. Esto hace que ellos no sean capaces de denunciar pues se creen ¡culpables!

acoso internte

Por esto, es importante que sepamos leer a los niños, niñas y adolescentes para saber cuando algo malo está pasando con ellos.

La confianza entre el niño y el abusador es realmente manipulación, le hacen caso por temor, por culpa y por vergüenza.

Por qué son abusados los niños, niñas y adolescentes

  • Por engaño
  • Por asumir riesgos
  • Por curiosidad con la sexualidad
  • Por ganar dineroEn la adolescencia hay gran necesidad por pertenecer,  identificarse o ser tenido en cuenta por algo o alguien, lo que hace vulnerables a los jóvenes a involucrarse con abusadores en este tipo de situaciones.

Señales emocionales o de comportamiento

Puede que muchas de las señales a continuación no estén relacionadas con un abuso sexual infantil en línea, pero ponerle atención a los menores les hará saber que los adultos se preocupan por ellos y los cuidan; esencial para prevenir los problemas y riesgos asociados a la falta de comunicación.

En casos de abuso sexual infantil en línea no necesariamente se presentarán todas estas situaciones en conjunto, puede que se presenten solo algunas, o ninguna. Incluso, pueden presentarse y no significa que un abuso de este tipo esté sucediendo. Sin embargo, son señales de alerta de las cuales los cuidadores deben estar pendientes para entenderlas y apoyar a los niños, niñas o adolescentes en lo que sea que les esté sucediendo.

  • Reacciones extrañas cuando se conectan
  • Cambios drásticos en su comportamiento
  • Tristeza y llanto fácil, o malgenio y no querer hablar al respecto
  • Aislamiento (familia, amigos, compañeros) y apatía
  • Interacción violenta y agresiva
  • Obediencia a cualquier persona, en busca de aceptación y cariño
  • Pesadillas, miedo a dormir solo, en general, trastornos del sueño
  • Comportamientos de niño más pequeño, por ejemplo, orinarse en la cama
  • Difícilmente confía en los demás y le cuesta trabajo hacer amigos
  • Desmotivación académica y mal desempeño escolar. Se le dificulta concentrarse y poner atención. O por el contrario, algunos niños para huir de los recuerdos o pensamientos acerca del abuso, se sumergen en largas jornadas de estudio
  • Rechazan a las mujeres (si fueron abusados por una) o a los hombres (si fueron abusados por uno).
  • Conocen más que los otros de su edad acerca de temas sexuales. Muchas veces actúan de manera no propia para su nivel de desarrollo (por ejemplo, ser extremadamente seductor, masturbarse siendo muy pequeños, introducir objetos en los orificios anales o vaginales de animales, de otros niños o en los propios)
  • Autoagresión, se cortan o se ponen en situaciones de riesgo (abuso de alcohol u otras sustancias, problemas alimenticios, múltiples compañeros sexuales, entre otros).

Señales de abuso sexual físico

Los siguientes síntomas físicos podrían estar presentes, además de lo mencionado anteriormente:

  • Presencia de flujo vaginal en niñas pequeñas
  • Constante infección  urinaria que no se debe a un problema físico
  • Infecciones de transmisión sexual
  • Enrojecimiento, moretones, rasguños, equimosis, heridas o cualquier tipo de lesiones en cuello, boca, senos, nalgas, bajo abdomen o muslos
  • Sangrado o heridas  en el área genital o anal
  • Dolor de cabeza y dolor abdominal crónico, sin enfermedad que lo justifique (producidos por la ansiedad que produce el abuso sexual)
  • Dolor al orinar o defecar
  • Dificultad para caminar o sentarse
  • Molestias anales, estreñimiento o diarreas a repetición
  • Embarazo

Fuente: redpapaz.org

“Poner fin a la violencia contra los niños es una cuestión urgente…
Para convertirse en una prioridad, la eliminación de la violencia contra los niños
necesita grandes cualidades políticas y un gran apoyo de la sociedad civil.”
Los adultos también deben ser usuarios de internet, conscientes y responsables y saber
dónde pueden reportar casos de pornografía infantil que fueran reportados. En el Reino
Unido, la Internet Watch Foundation, hace un seguimiento de quejas sobre material ilegal en
internet (www.iwf.org.uk). En los Estados Unidos, se puede denunciar
• la pornografía en línea en el sitio www.cybertipline.org, sitio que también es monitoreado por
el Centro Nacional de Niños Desaparecidos y Explotados. Existe un sitio web,
www.inhope.org, donde cualquier individuo puede hacer denuncias de cualquier país, en el
lenguaje de ese país. La responsabilidad de detener a los depredadores en línea es de toda la
comunidad internacional y la gente pueden hacer realmente la diferencia.