Su complexión pequeña contrasta con los tacones y el vestuario. Un excesivo maquillaje intenta ocultar su inocencia. María ya no sabe de muñecas ni de juegos; ella puede ser ahora una de los 10 millones de niños que hoy se prostituyen en el mundo.
Factores como la pobreza, el abandono, la desintegración familiar, la ignorancia, la adicción a las drogas, los abusos físicos y psicológicos, el secuestro de niños y el crecimiento del mercado del sexo, son algunos detonantes de la prostitución infantil, aseguró la psicóloga cubana Mayra Ordaz.
“Los explotadores sexuales se aprovechan de la docilidad de los niños. Generalmente esta actitud despreciable es condicionada por el deseo de obtener un sentimiento de poder sexual o económico, buscar nuevas experiencias”, comentó.
Según la psicóloga, mientras algunos niños ven a la prostitución como su única opción, otros experimentan sentimientos de vergüenza, culpa y baja autoestima, depresión, al punto que no pocos se refugian en las drogas o se suicidan. “La explotación sexual supone la pérdida de su infancia, su dignidad y, a menudo, de su futuro”, declaró Ordaz.
Los efectos de esta práctica no solo se circunscriben al orden psicológico. Por su parte, la pediatra cubana Liset Corrales señaló que la prostitución atenta contra el desarrollo normal de los infantes, quienes se exponen a cáncer cervical, infecciones renales, embarazos precoces y enfermedades de transmisión sexual.
Sin embargo, deviene una triste realidad el hecho de que cada año, según estadísticas de la Organización de Naciones Unidas (ONU), ingresan a la red de prostitución cerca de un millón de infantes.
Lamentable es también el hecho de que América Latina no permanece al margen de este fenómeno social, de ahí que resulte imposible distinguirlo como un fenómeno ajeno, externo, y que sus causas, manifestaciones y consecuencias se aprecien regularmente en el contexto latinoamericano.
Aunque las cifras no son muy precisas, de acuerdo con reportes de la Organización Internacional del Trabajo (OTI), dentro de los 17 millones de niños -entre cinco y 17 años- que se ven obligados a trabajar para su sustento, dos millones recurren a la prostitución.
En este sentido, encabezan la lista Brasil, donde 500 mil menores son prostituidos y 40 mil se venden por año, y México, con cerca de 400 mil infantes, reflejan datos de la ONU.
Ahora bien, además de la pobreza, el abandono y la desintegración familiar, no puedo evitar preguntarme: ¿qué otros factores condicionan esa decisión en la que se intercambia el cuerpo por lo necesario para vivir? ¿Qué es exactamente lo que impulsa a un niño a renunciar a su inocencia? ¿Tendrán ellos conciencia de lo que están haciendo?
Quizás el auge de este tipo de actividad esté en concordancia con una mentalidad “postmoderna” en la que son permisibles y aceptables el tráfico y la venta de menores, la pornografía infantil y el turismo sexual –y después nos atrevemos a catalogarnos como “seres pensantes” y la “superior” de las especies.
Reportes de las Naciones Unidas indican que cada año son traficados más de 1,2 millones de niños en el mundo, la mayoría de ellos con fines de explotación sexual, mientras otros son utilizados como mano de obra barata o esclavitud.
Si bien el uso de los menores en lo referido a la pornografía es ya de por sí deplorable, la situación se torna más convulsa cuando las estadísticas de la ONU sugieren que más del 30 por ciento de los consumidores de este tipo de obscenidad terminan poniendo en práctica lo que ven en las revistas, fotos o videos.
Con respecto al turismo sexual, esta organización también informa que cada año se producen más de 600 millones de viajes turísticos internacionales. El 20 por ciento de los viajeros reconoce buscar sexo en sus desplazamientos y de ellos el tres por ciento confiesa tendencias pedófilas, lo que supone una cifra superior a los tres millones de personas.
México, Estados Unidos y Canadá son los mayores corredores del turismo sexual, al tiempo que Canadá, Estados Unidos, Alemania e Inglaterra son los países que más “clientes” emiten, expuso René Jiménez, profesor de la Universidad Autónoma de México, en el Foro de Infancia y Violencia celebrado en Valencia.
Más allá de las frías estadísticas, la prostitución infantil se posiciona como el tercer delito más lucrativo en el mundo –con 12 millones ya en 2006, según Jiménez-, situándose solo detrás del tráfico de drogas y de armas.
Aún en tiempos de postmodernidad, la explotación sexual de la niñez constituye una aberrante violación de sus derechos.
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